En estos tiempos que corren con debates sobre relatos e interpretaciones diversas sobre la realidad, me pregunto:
Suponiendo que yo
fuera un chico de 17 años, que vivió la década reciente, siendo un hijo único
de una familia pobre, humilde y trabajadora de Remedios de Escalada, con
reminiscencias de la desocupación de los 90, contadas por mis padres.
Si mis padres dejaron
de tener problemas para emplearse hace 7 años, gracias al aumento de la
actividad y el crecimiento económico, mejorando de a poco su situación
económica y por ende la del núcleo familiar.
Si a mis padres les
facilitaron mi manutención gracias a la asignación universal por hijo, que
complementa sus ingresos, y yo vivo menos discusiones o problemáticas
familiares producto de la escasez de recursos y todos los problemas personales
y familiares que de ellos se derivan.
Si a su vez yo recibí
una netbook para poder estudiar actualizándome tecnológicamente, pero siendo
esta, un bien al que no hubiera podido acceder fruto del ingreso de mis padres.
Si ahora tengo una o
varias universidades del conurbano, donde podré asistir a realizar estudios
universitarios permitiéndome el desarrollo de mi vocación, que 10 años antes no
existían y que me permitirán, no sin esfuerzo, con el tiempo, ser la primera
generación de universitarios de mi familia.
Si ahora que como
ciudadano quiero comprometerme para defender, todo lo mencionado en los puntos
anteriores, porque soy y fui beneficiario directo y puedo ejercer el derecho
optativo al voto, además de militar participando de alguna agrupación política
porque el miedo impuesto por el terrorismo de estado mediante la tortura el
homicidio y la desaparición, se disipo, no a bajo costo para el conjunto de la
sociedad, pero ahora todo se discute y todos tienen derecho a expresarse
libremente.
¿De que relato me
estarían hablando?,¿Los relatos nunca representan a nadie?, ¿uno debe renunciar
a la defensa de sus propios intereses?, ¿en pos de que?, ¿uno debe renunciar al
ejercicio de sus derechos?, ¿en pos de que?.
Si dejo de ser el
adolescente hipotético del planteo inicial y paso a ser Facundo Frattini
Ciudadano Argentino, ¿no tengo derecho estar a favor del gobierno que logro,
entre muchas otras cosas de similar o mayor importancia, las mejoras
anteriormente descriptas?.
¿Es tan difícil de
entender que si se crearon 5 millones de puestos de trabajo, se multiplico en
términos reales la jubilación mínima a mas del doble (alcanza a 6,5 millones de
jubilados), si se creo la AUH que llega a 3,5 millones de chicos, de los que
mas lo necesitan, además de la construcción de escuelas, universidades y
hospitales, el alcance de todas estas mejoras es masivo?.
¿Es tan difícil
entender, que si todas estas mejoras son masivas, es lógico que el proyecto
político que las genero, ganara las elecciones presidenciales con votos
crecientes (22%,45% y 54%)?, ¿es decir concito una mayor aprobación fruto de
la gestión?.
¿Que parte no puede
entenderse de que quienes se alegran de que el prójimo mejore sus condiciones
de vida y no construyen sus triunfos a partir del fracaso o el sufrimiento
ajeno, apoyaran mayoritariamente este proceso?.
Si según Maquiavelo
al igual que Hobbes:
“la sociedad es el
reino de los intereses enfrentados, de modo que el gobierno consensual es
imposible. Solo podrá gobernar quien este en condiciones de sacrificar algunos
intereses y resistir la presión de los perjudicados”.
Y Según Rousseau:
“Si la vida política
de una sociedad esta marcada por las discrepancias y por la incapacidad de
construir grandes mayorías, eso es un indicio de que alguien estaba trabajando
a favor de sus intereses particulares y no del bien común.
Las discrepancias son
tratadas por lo tanto, como el síntoma de una patología. Las buenas decisiones
están al alcance de la mano y los pueblos pueden encontrarlas a menos que les
pongan obstáculos. Si un pueblo tiene dificultades en llegar a consensos, eso
demuestra que alguien lo esta entorpeciendo”.
¿Que parte no se
comprende que el 54% actual, tanto como el 45% anterior, y el próximo
porcentaje de la población que se vea representado por el actual oficialismo,
tiene derecho a informarse según sus creencias y sus propios intereses y no el
de las minorías dominantes?.
¿Soy un obsecuente
acaso?, ¿o un ignorante?, ¿o alguien que defiende lo indefendible o justifica
lo injustificable?, frase en la cual un prejuicio, algo es injustificable, se
antepone en orden de importancia al argumento, cosa rara pues, la endeblés
argumental, seria lo que tornaría algo injustificable, y no la preconcepción
sobre la injustificabilidad del tema que debiera debatirse.
No soy ninguna de las
3 opciones anteriores, salvo que alguien logre demostrarlo con argumentos
sólidos.
Soy el hijo de un
trabajador ferroviario que tuvo sus 17 años en 1995, época en que la cultura
del trabajo no alcanzaba ya que no lo había, y el poco que había era en
condiciones de explotación extrema (para grandes mayorías), que serian poco
comprensibles para las nuevas generaciones que no lo vivieron.
Soy alguien cuya
vocación fue cancelada porque la decisión de las autoridades políticas, democráticamente elegidas por mayores de 18
años, fue la destrucción del aparato productivo nacional y la reducción
constante de los presupuestos educativos, las decenas de miles de técnicos, que
por esos años, estábamos en formación, tendríamos que dedicarnos a otra cosa
ajena a nuestra vocación.
Por eso pienso como
pienso y defiendo lo que defiendo, porque me hace profundamente feliz que
exista gente que goce de aquellos beneficios de los que yo no pude disfrutar, y
que pueda ejercer los derechos que yo no pude ejercer plenamente, y porque no
necesito el sufrimiento del prójimo o su explotación o sumisión, para sentirme
pleno como persona.
Por eso resulta mas
que certera la frase “La patria es el otro” somos y podemos ser parte de algo
mas grande que nosotros mismos, podemos ser parte de un proyecto colectivo que
nos trascienda, y por suerte muchos lo estamos entendiendo.
Los siguientes son
Fragmentos de “Nacimiento y transfiguración de una fe, que también puede ser de
otros”, de Tierra sin Nada Tierra de Profetas de Raul Scalabrini Ortiz.
El hombre habla
frecuentemente de su vida, pero pocos, en verdad, la habrán palpado como una
unidad consistente. Yo, al menos, no la he sentido así. He tenido días,
simplemente. Días de sufrir. Días de esperar. Hubo momentos magnéticos, como
relámpagos, y grandes zonas de depresión. A mis días le faltó conjunción.
Fueron los unos extrañamente ajenos a los otros. Ni aun en la plasticidad del
recuerdo se refunden. Les faltó sometimiento a una empresa más grande que ellos
mismos. Les faltó subordinación a una fe. Desde ese punto de vista, mis días
fueron característicos de una generación que se relajaba en el descreimiento.
Por eso hablo en primera persona. Se habla de sí mismo por orgullo o por
humildad zoológica, como hablaría de sí el tero, el chajá o el ñandú.
Mi búsqueda fue
desesperada sin saberlo. Sin una creencia, el hombre vale menos que un hombre.
Sus poderes se amenguan, su vitalidad se marchita. Ignoraba que fuera tan arduo
el aprendizaje del saber creer. Con premurosa ingenuidad hurgué todos los conocimientos.
Mi puericia, mi adolescencia y parte de mi juventud se fraccionaron entre el
revelado chacoteo de la calle y la disciplina del estudio.
Cada creencia implica
una concepción propia e integral del mundo, y la mía naciente presuponía un
imperativo de primordialidad, una virginidad mantenida a toda costa. Era
preciso mirar como si todo lo anterior a lo nuestro hubiera sido extirpado. La
única probabilidad de inferir lo venidero yacía, bajo espesas capas de
tradición, en el fondo de la más desesperante ingenuidad.
Así brotó en mí una
fe alegre. La alegría viene de adentro, es una creencia armónica tan bien
calzada con el ser que no necesita deshacerse en carcajadas. La legítima
alegría es una incandescencia del espíritu. Desde entonces mi vanidad es, no de
libros leídos sino de vidas hojeadas en que sentí similitud con la mía. Mi
orgullo: el saber licuarme entre los hombres que sienten como yo. Mi fe: la de
que los hombres de esta tierra poseen el secreto de una fermentación nueva del
espíritu.
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